La victoria del movimiento político «La Liberzad Avanza» (LLA) de Javier Milei, que lo llevó al sillón de la Casa Rosada, logró una nueva e importante victoria en las elecciones legislativas del domingo pasado en Argentina, país que, según Donald Trump, “no tiene dinero y necesita ser ayudado”.
En ese marco de promesas, Trump había condicionado su apoyo a Milei al triunfo de su movimiento en las legislativas, con el fin de asegurar un préstamo millonario.
En ese tren de mucha “mosca”, como dirían los amigos argentinos en lunfardo, Trump felicitó a Milei apenas se conoció la noticia de la victoria. Con ello, se selló la promesa de una ayuda financiera sin precedentes para la Argentina, al menos de manera directa o indirecta por parte de Donald Trump.
El quid de la cuestión es que, con esta acción, se visibiliza una suerte de sometimiento de la Argentina bajo el control del actual gobierno de Donald Trump, quien, por cierto, no estará eternamente en el poder, y en tal caso las cosas podrían cambiar de la noche a la mañana.
En ese sentido, desde mi punto de vista, resulta realmente peligroso que toda una nación dependa de una potencia mundial que, a la larga, podría no obtener grandes beneficios de la ayuda que Trump promete a la Argentina. No se sabe con certeza qué le ha ofrecido realmente Milei a Trump para acceder a este préstamo multimillonario, ni cómo se pagará, y mucho menos si las estrategias de “salvataje” que el presidente argentino pretende articular con ese dinero darán resultados favorables para toda la población, especialmente para los sectores más pobres y vulnerables.
Al menos, cabría esperar que la inflación se detenga y que los argentinos puedan llevar una vida mejor a partir de este histórico intento de rescate económico.
Esta acción histórica de una ayuda financiera al gobierno de Milei podría desencadenar algún efecto en otros países sobreendeudados de la región latinoamericana. Tal vez incluso los motive a solicitar la ayuda de Trump para erradicar el flagelo del crimen organizado, el contrabando y el narcotráfico en América Latina.
Paraguay no está aislado de esta problemática, pues el gobierno de Peña mantiene una estrecha “luna de miel” con el presidente Trump, especialmente tras el levantamiento de la sanción de la OFAC a las empresas del expresidente Horacio Cartes, líder del movimiento Honor Colorado, brazo político y principal sostén del gobierno de Peña.
Según informaciones de distintos medios de prensa, esta relación casi ciega con Estados Unidos se alinea con la política exterior de ese país hacia Israel y Taiwán, una línea en la que Paraguay ha decidido posicionarse abiertamente a favor. Habrá que esperar los cambios de gobierno tanto en Estados Unidos como en Paraguay, en sus próximos periodos legislativos, para comprobar si esta es la línea correcta y sostenida por la diplomacia paraguaya.
En fin, Argentina y Paraguay parecen estar actualmente bajo el yugo político y económico del gobierno estadounidense, bajo la promesa de una ayuda financiera y oportunidades económicas que, en teoría, permitiría encaminar un desarrollo sostenible para ambas naciones.
Aquí no se trata de si los gobiernos son de izquierda, derecha o centro, sino de si las decisiones que toman —con cierto sigilo— podrán realmente favorecer a sus pueblos. Solo el tiempo lo dirá. Por ahora, solo queda observar con atención los pasos del gobierno de Peña y su mirada constante hacia las medidas económicas que implementa Milei, con el objetivo de “salvar” su país.
Porque, como bien dice el dicho: si Argentina o Brasil se resfrían, Paraguay empieza a toser desesperadamente. Y, en ese caso, no parece que el “doctor Trump” pueda volver a salvarlos.


