Cuando el poder se disfraza de diplomacia: el juego peligroso de Trump

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Imagen generada con IA.

Con la asunción de Donald Trump, el mundo ha virado unos cuantos grados, pero hacia la involución. A nivel internacional, este señor, que se cree dueño del mundo, ha intensificado sus incursiones en varios países del globo, especialmente en la zona del Medio Oriente, en la cual tuvo una participación casi personalizada para poner fin a la guerra milenaria entre dos pueblos bíblicos que se encuentran en constante confrontación.

Por lo menos, su estrategia funcionó y le salió bien; veremos hasta cuándo, pues no olvidemos que ya en el año 1947, gracias a la intervención de la ONU, se dividieron territorios para Israel y Palestina, cuestión que los árabes no cumplieron, iniciándose una nueva guerra entre ambos bandos. Actualmente, estos dos pueblos tienen nuevamente una oportunidad de reconciliación, gracias a la estructura de intervención de Trump. También es esencial destacar el diseño que Trump impulsó para que tanto israelíes como palestinos iniciaran una fase de vida con territorios separados.

Entiendo que este evento ha sido uno de los más emblemáticos desde la asunción de Trump al poder, motivo por el cual él mismo intentó adjudicarse el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, dicho galardón recayó en manos de una activista opositora al gobierno de Maduro en Venezuela, Corina Machado. En esta incursión en Latinoamérica, el “zapato que le aprieta” a Trump es, indudablemente, Venezuela, bajo el régimen de Maduro, a quien acusa de ser uno de los cerebros del narcotráfico en ese país. Hasta ahora no ha habido un ataque frontal hacia esa nación, pero Trump ya ha señalado que ha dado directivas a la CIA para iniciar acciones internas con el fin de derrocar a Maduro.

Otro país en el que Trump está metiendo sus narices es Argentina. Al inicio, se había contactado con el libertario Milei, quien, con una estrategia de salvataje económico, busca sacar del lodo a Argentina y darle un respiro. Una de sus estrategias es pedir apoyo constante a Trump, además de otros préstamos ya concedidos al país. La respuesta de Trump fue contundente: primero debía demostrar liderazgo ganando las elecciones legislativas que se avecinan, y luego se evaluaría la ayuda económica. En una reciente reunión entre ambos, Milei elogió a Trump con un discurso retórico, pero este ni siquiera se colocó los auriculares para escuchar la traducción al inglés, es decir, no le prestó atención a lo que Milei estaba diciendo.

Por último, en Paraguay sonó muy fuerte el levantamiento de las sanciones al expresidente Horacio Cartes por parte de la OFAC. Paradójicamente, el gobierno de los Estados Unidos, bajo la presidencia de Biden, había sancionado a Cartes hasta tal punto que el exmandatario tuvo que reorganizar sus empresas para ponerse al día con los requisitos exigidos por dicha institución.

Con estos ejemplos del poder de Trump, es esencial analizar los acontecimientos que se están generando a nivel mundial, y especialmente en nuestro país. La tortilla se ha dado vuelta: en el gobierno anterior, el oficialismo estaba en contra de las políticas de los Estados Unidos; pero ahora, sorpresivamente, se lo considera un amigo y aliado estratégico de Paraguay. Con el levantamiento de las sanciones de la OFAC al expresidente, este se ha fortalecido políticamente, hasta el punto en que la oposición sugiere que, en cualquier momento, algún fanático podría solicitar la reelección presidencial.

La pregunta clave es: ¿por qué el gobierno actual de los Estados Unidos, repentinamente, se muestra tan cercano a Paraguay? ¿Qué podría pedirle a cambio? Algunos atrevidos sugieren que el tema de la recepción de refugiados no deseados en Estados Unidos podría ser moneda de cambio ante tanta amabilidad del querido “Tío Sam”. Solo el tiempo lo dirá: veremos qué tan amigo y aliado resulta ser Estados Unidos para Paraguay.

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