División política en la ANR: entre la unidad ficticia y el mal menor

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La ciudadanía no puede aburrirse en el país, pues diariamente suceden hechos llamativos que sacuden a esa población dormida y anestesiada, no por propia decisión, sino tal vez por el cansancio de tanto trajín y la mala calidad de vida que muchos ciudadanos están experimentando.

Uno de esos hechos tan llamativos fue la colisión de un tren que cubre la ruta Encarnación-Posadas, debido a que una camioneta quedó atascada en las vías. Este peculiar accidente, que podría incluso figurar en el libro de los Récords Guinness, ha dado mucho de qué hablar. Mientras tanto, en este contexto, Corea del Sur decidió no avanzar con el proyecto del tren de cercanías en el país, poniendo en jaque al gobierno, que, apresuradamente, sacó de la galera un nuevo proyecto que involucraría al propio gobierno en su financiación.

Pero vayamos a otro hecho llamativo que se incubó en la constelación política del país, ya que, como siempre, vivimos en un proselitismo eterno que no da respiro a una ciudadanía harta y cansada de tantas promesas incumplidas, que no llevan a absolutamente nada, excepto para aquellos que se lucran y benefician de los partidos políticos para llenar sus bolsillos, ocupar tierras y otras perlas que se ventilan en los medios y redes sociales.

El hecho al que me refiero es la supuesta unidad dentro del Partido Colorado, claro, con mucha ironía. Porque, en realidad, no hay tal unidad. En el homenaje de un aniversario más de la fundación del partido, se han visto dos fuerzas completamente antagónicas: una que responde al gobierno oficialista actual y otra que representa a la disidencia, la cual va cobrando fuerza con el tiempo. En cuanto a los discursos, se puede inferir que una facción vocifera que debe existir disidencia pero no traición, mientras que la otra insiste en el rescate de los ideales autóctonos del partido hegemónico del país, el Partido Colorado.

Ambas fuerzas tienen dos líderes bien identificados: uno con una serie de supuestos actos corruptos y con el estigma de haber sido señalado como «significativamente corrupto» por el gobierno de los EE.UU., y el otro, un expresidente que, aunque su gobierno fue débil, logró realizar algunas obras de infraestructura y culminó su mandato con altibajos, pero con cierta gobernabilidad. Muy por el contrario, el gobierno actual tambalea apenas un año después de haber asumido.

Lo llamativo de estas dos caras es que ambos líderes pertenecen al Partido Colorado. Ninguno es el líder perfecto que llevaría a una mejor calidad de vida en el país, pero uno de ellos es considerado el «mal menor», al cual parece que la ciudadanía está apostando en estos momentos, debido al cúmulo de problemas que aquejan al país. No hablo de los poderosos, pues estos siempre han vivido bien y se han mantenido del lado del gobierno de turno.

Lo que realmente importa es el ciudadano común, el de a pie, el que debe pagar sus cuentas, sus impuestos, y declarar cualquier moneda para no caer en la informalidad, lo cual, a la larga, significa una «muerte civil», mientras las autoridades poco o nada hacen a favor de los más débiles.

La suerte está echada y las opciones están claramente visibles: una corriente del coloradismo que apoya acciones torcidas y va en contra de los deseos de la ciudadanía, y la otra opción, la que busca la reivindicación de un líder que no pudo hacer mucho durante su gobierno, pero que podría tener una segunda oportunidad como líder de una fuerza disidente que planea cumplir con sus tareas.

En fin, nadie se aburre en Paraguay; quien se aburre es por propia elección.

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