Cuando la selección paraguaya gana algún partido importante para avanzar en una llave clasificatoria, sea cual fuere el campeonato, el pueblo se regocija, se alegra y, por sobre todo, se olvida de sus problemas individuales y, extensivamente, de los problemas sociales que frenan el desarrollo del país.
Es un pequeño placebo que dura unos días, da mucho de qué hablar e incluso crea nuevos ídolos en el fútbol y en la dirigencia. Ahora suena mucho el nombre de un tal Alfaro, quien, con una estrategia casi militar, organizó a sus pupilos para hacer lo que realmente deben hacer: mojar la camiseta por su selección y meter goles. Esto, que en décadas pasadas se limitaba a la valoración de las condiciones físicas y el talento del jugador para formar parte del equipo, hoy en día ha cambiado. Los códigos de comunicación son otros, pero aun así, ¡felicitaciones a la selección paraguaya!
Volviendo al efecto placebo, cuya duración es breve y se evapora con el viento, ojalá que esta sensación de alegría dure un poco más y el pueblo pueda olvidarse de los problemas graves que aquejan al país. Por ejemplo, la última noticia bomba: la Municipalidad pondría en subasta propiedades municipales de la Costanera Norte. Claro, esto es solo un bocadillo en comparación con las informaciones sobre los activos que el actual presidente de la República posee en un conocido holding, según los medios de prensa. Y la guinda del pastel parece ser —según las mismas fuentes— que ese banco estaría siendo fondeado con capital del IPS.
La selección paraguaya de fútbol debería ganar más a menudo, para que el pueblo pueda olvidarse de todas estas miserias que lo atormentan, especialmente el tema de los jubilados y futuros jubilados que, tras haber trabajado hasta los 65 años, aún no saben si recibirán algún dinero. Mientras tanto, los congresistas se burlan del pueblo, llenando sus bolsillos con fortunas como jubilaciones.
Hacer un análisis exhaustivo de los problemas que ahogan el desarrollo del país es casi imposible, y ni siquiera si Paraguay llegara a la final de una Copa del Mundo podría abstraerse de ellos. Los políticos son los verdaderos culpables del nivel de degradación en el que se ha convertido la gobernanza de la nación. Parecen un equipo que trabaja únicamente para menospreciar al pueblo, burlarse de él y ostentar poder, lujo y privilegios, demostrando superioridad ante un pueblo huérfano.
Aunque no todos los políticos juegan un campeonato contra el pueblo, hay algunos pocos que aún generan confianza y podrían, en algún momento, hacer florecer una primavera política. Van surgiendo poco a poco, quizá sin mucha fuerza, pero al menos representan a un grupo de paraguayos que aún conservan algo de dignidad y son fieles a su ética, deseando un país mejor para sus hijos.
Desde mi perspectiva, y mencionando un poco de psicología, quizás estos políticos, alineados con el partido oficialista, viven en una fase de negación de la realidad, casi como el síndrome de Cotard, que implica la negación de una parte del cuerpo. Haciendo una analogía, la nación sería un cuerpo entero, y al negar una parte de él, estos políticos no reconocen a sus propios hijos. Solo ellos, estos políticos, los que se autoaplauden como focas por proyectos que no benefician a la población ni al desarrollo del país, parecen ser los beneficiados. En realidad, solo favorecen a los que forman parte del primer círculo del poder oficialista. O quizás sea al revés, que toda la población, excepto unos pocos, vive en esa negación, esperando un milagro de esos políticos que se llenan la boca de populismo barato.
Como ejemplo, se puede ilustrar la situación con la empresa de ferrocarriles del país, que desangra las arcas del Estado y no tiene un solo tren que transporte al cansado pasajero a su lugar de trabajo. Ni siquiera de Luque a Asunción hay una miserable locomotora que funcione, salvo el trencito que une Posadas con Encarnación.
De la misma manera que se disfruta del placebo que genera la selección, también podría proyectarse esa misma fuerza y patriotismo para denunciar los innumerables problemas que aquejan al país