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miércoles, febrero 5, 2025
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La traición de los símbolos: El error de Peña frente a la fe del pueblo paraguayo

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El actual presidente de Paraguay, Santiago Peña, se encontró entre la espada y la pared frente a un evento religioso tradicional que simboliza la fe de toda una nación. Este evento es un reflejo de la creencia en un ser superior a quien se recurre en los días difíciles, y que actúa como bálsamo para las penas y problemas terrenales que no siempre tienen solución. Se trata de la festividad de Caacupé, celebrada año tras año el 8 de diciembre. Esta no solo marca el inicio de las festividades relacionadas con el nacimiento de Jesús, sino que también es una manifestación profunda de la fe paraguaya.

Por otro lado, en Europa, se encuentra la famosa catedral de Notre-Dame, símbolo del cristianismo en un país secularizado que rechaza la idea de una religión oficial representando al Estado. La catedral de Notre-Dame fue destruida por un incendio devastador hace algunos años y, tras un largo proceso de restauración, se reinauguró, representando de alguna forma a una comunidad creyente global.

En estos dos contextos, el presidente Peña decidió asistir a la reinauguración de la catedral de Notre-Dame, dejando de lado el simbolismo profundamente arraigado en la fe de los paraguayos. Esto, de alguna manera, representa un balde agua fría a los votantes de un sector que lo apoyó para acceder al poder que actualmente ostenta.

Desde mi perspectiva, esta es la segunda vez que un gobernante deja de lado o se burla del pueblo en un momento crucial relacionado con la identidad paraguaya. La primera vez, según mi opinión, fue cuando Fernando Lugo traicionó la fe del pueblo paraguayo al descubrirse que no era el obispo celeste, honesto y santo que pretendía ser, sino que su pasado estaba marcado por hechson non sanctos.

Cabe recordar que Lugo, debido a su investidura de sacerdote, apeló a la fe de todo un pueblo para llegar al poder, en un momento en que representaba el último bastión de esperanza para una nación que anhelaba salir adelante, eliminar la corrupción y lograr un desarrollo sostenible. Sin embargo, todo esto quedó en promesas vacías, hasta que se convirtió en una burla hacia la fe de toda una nación. De esto, hasta hoy, nadie olvida.

Los símbolos que representan y sustentan a una nación son, en realidad, aquellos que reflejan una constelación de creencias que permiten que el pueblo mantenga una unidad sólida. Pero cuando los gobernantes se aprovechan de esos símbolos o se burlan de ellos, como en los ejemplos que hemos mencionado, no hay excusa razonable para que el pueblo vuelva a confiar en esos gobernantes que explotan las ilusiones de la gente.

La nación paraguaya necesita a sus líderes más que nunca, pero no a líderes oscuros que solo se inclinan hacia donde existe conveniencia para llenar sus bolsillos o, simplemente, para protegerse y mantenerse cómodos bajo el manto de una inmunidad que puede perderse en un abrir y cerrar de ojos.

Personalmente, considero que la decisión de Peña de alejarse del pueblo católico creyente en el día de la Virgen es un tremendo error, y que sufrirá las consecuencias hasta el final de su cuestionado gobierno

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