El año 2024 agoniza lentamente y se espera que el 2025 traiga nuevas ilusiones, que nuestros proyectos sean cumplidos, y, en fin, un montón de situaciones que a cada individuo le toca vivir en lo más íntimo. Algunos piden solo un saludo, un abrazo y un «hola» desde la distancia y desde la soledad donde se encuentran en estos tiempos.
A nivel país, el pueblo está con muchas peticiones de cambio, ya no ve la hora de que las cosas cambien definitivamente hacia un desarrollo sostenible con el afán de dejar una sociedad ilustrada, honesta y sustentable para los hijos, nietos y las futuras generaciones que llegarán paulatinamente, mientras los mayores se van despidiendo lentamente de este mundo, sin haber tenido un solo momento de paz y felicidad plena en sus últimos años de vida en la tierra que los vio nacer.
Se ha creído que este 2024, a nivel político, social y económico, sería el mejor para el país, pero lamentablemente aún este gobierno, que está atrapado en su inacción, no puede despegar. Y lo más triste es que solo faltan unos tres años para que este gobierno se diluya nuevamente, en el cual mucha gente, especialmente la gente preparada y con visión, apostaba que el más capaz cambiaría rápidamente las sendas del país.
A pesar de este complicado sistema de gobernabilidad inaugurado por el actual gobierno, que tiene a su lado un comando político que le va dictando algunas sugerencias muy especiales con el fin de que el país haya cierta gobernanza, pero lo que los que casualmente están en el gobierno aún no se han dado cuenta es que esta técnica no da resultados.
A cada paso, el gobierno debe desdecirse, es decir, «recular» con el pueblo, en cualquier desliz o error que se haya cometido. Definitivamente, este tipo de gobierno no es el adecuado. Para terminar esta reflexión, les cuento una anécdota muy peculiar: mi exprofesor de un curso de posgrado en la Universidad de Hiroshima, Japón, me había preguntado en el primer contacto y entrevista que tuve con él: «Sr. Ramírez, una pregunta, ¿son felices los niños en su país?» Fue una pregunta que me caló los huesos y me hizo temblar de impotencia, tristeza, rabia y demás adjetivos que se puedan hilvanar para ahondar la profunda desazón que me embargó en el momento de esa pregunta. Le respondí de una forma muy filosófica que solo los que han vivido la experiencia de la pobreza podrían dimensionarlo. Le dije que NO, porque los niños deben estar en los parques jugando, en las escuelas estudiando, y no mendigando miserias en las calles con hollín de Asunción. Era el cuadro del espacio temporal en que se produjo la pregunta.
Esta misma postal la volví a repetir con mis propios ojos hace unos años, en la misma capital de la República del Paraguay. ¿Por qué les cuesta tanto a los políticos que gobiernan darle una mejor calidad de vida a todos los ciudadanos del país.
Y en estos momentos, las decisiones de leyes que atentan contra el pueblo son una razón válida que justifica que este gobierno ha hecho muy poco en favor de este sufrido pueblo.
Ojalá que el actual presidente pueda reflexionar sobre la tremenda responsabilidad que tiene sobre sus espaldas, y si no puede actuar con autonomía, puede renunciar. Pues huir a tiempo no es cobardía, y ahí sí, quizás podría responder a mi exprofesor que, quizás, los niños podrían ser felices.
Feliz Navidad y un bendecido año 2025.