Hubo sorpresa generalizada ante los resultados preliminares del Censo Nacional de Población y Vivienda 2022 (CNPV2022), publicados días atrás, que tuvo una cobertura del 94%. Recordemos que los censos incluyen un margen de omisión, previsible en las operaciones estadísticas, ya que hay porciones de la población que no son alcanzadas por los censistas.
El asombro es comprensible, porque se nos revela una realidad inesperada: somos pocos más de 6.109.000 personas, sensiblemente menos de lo que suponíamos. Sin embargo, esta cifra es bastante consistente con otras fuentes de información independientes del censo, como el Registro Único de Estudiantes (RUE), del MEC.
Qué revelan los datos
No estamos acostumbrados a observar nuestro entorno regional ni a evaluar los procesos internos, como lo vimos con los resultados de las elecciones generales.
Nos hicimos la idea de que, en total, nos acercábamos a los 7, 5 millones, por las proyecciones 2015-2025; también suponíamos que en Asunción vivíamos cerca 520 mil personas. Resulta que en el país somos casi un 20% menos de lo que creíamos y que nuestra capital perdió el 10% de su población en los últimos 10 años; ahora los asuncenos somos 477.000, menos de los que éramos en 1992.
La disminución de la población es un fenómeno previsible, registrado en otros países de la región. Se trata de la denominada “transición demográfica”, cambio que experimentan las poblaciones con altas tasas de natalidad y mortalidad que se encaminan hacia el descenso de ambas.
Los técnicos del Instituto Nacional de Estadística (INE) explican los motivos de la brecha entre las proyecciones y los datos relevados. Lo que resulta difícil entender es la desconfianza hacia el material presentado, el rechazo y hasta el enojo porque se esperaba que fuéramos muchos más; no imaginé que fuera una aspiración colectiva superar los 7 millones y medio, visto que una escasa minoría sobrevivimos a la inacción de un Estado que se sitúa entre los que encabezan el ranquin regional de ineficacia en el combate a la desigualdad.
La pobreza afecta al 24,7% de la población, equivalente a 1.509.000 personas, calculadas sobre el actual registro de 6.109.644; alcanzaría a 1.841.063 si hubiésemos sido los 7.453.695 estimados. O sea, han disminuido en 332.000, nada menos que el 18%, las personas en condición de pobreza, lo cual, a mi modo de ver, es una nota positiva, lograda sin inversión en políticas públicas, con la sola ayuda de datos actualizados.
Por tanto, disminuyen cuantitativamente las demandas de vivienda, educación, salud, empleo, la erogación de ayudas estatales a las poblaciones vulnerables, lo cual indica que, aun sin aumentar las asignaciones presupuestarias, se podrá beneficiar a un mayor porcentaje de personas y familias. Un dato macroeconómico destacado es el aumento del 20% del PIB per cápita, de U$S 5.891,50 a cerca de U$S 6.942.
Factores que sostienen los resultados censales
Tres son los factores que inciden en la dinámica demográfica: la fecundidad, la mortalidad y la migración, que atañen, respectivamente, a la reproducción, al promedio de defunciones por cada 1000 habitantes – la pandemia tuvo un impacto imposible de pronosticar en el 2015, cuando se realizaron las proyecciones – y el cambio de residencia, que implica el traspaso de algún límite geográfico o administrativo interno o externo al país, que produce efectos demográficos en cuanto a sexo y edad. Todos ellos están relacionados con la urbanización, que pasó del 50,5% al 64%, de 1992 a la actualidad.
Entre 2002 y 2012, aumentó sensiblemente el flujo migratorio y fueron mujeres las principales migrantes al exterior, proceso que impactó en la natalidad. Muchas de ellas han tenido hijos en los países de destino.
La fecundidad es la frecuencia de los nacimientos vivos, por edad de la madre, en relación con las mujeres en edad de procrear, sobre la cual influyen el acceso a la información para la toma de decisiones en materia productiva/reproductiva y, en particular, la urbanización.
La urbanización combina dos planos que afectan a la fecundidad: el macrosocial, referido a procesos económicos, como la industrialización, el avance del sector terciario (comercio y servicios) y del cuaternario (TIC, I+D+i) y el micro social, relacionado con decisiones individuales y/o familiares. El sector terciario encabeza la fuente de empleo: en el primer trimestre de 2022, absorbía el 64% de la Población Ocupada Total.
¿Queremos estar peor?
Tras la mencionada sorpresa, supuse ingenuamente que nos aliviaría enterarnos de que “vamos a estar mejor” aun si el gasto social permaneciera igual al de los años anteriores. Varios economistas, sociólogos y demógrafos no expresaron sorpresa, porque los registros administrativos del Ministerio de Educación y Ciencias y las estadísticas vitales del Ministerio de Salud detectaban esta disminución en términos absolutos y de distribución poblacional.
Pero me equivoqué. Los paraguayos queremos ser más numerosos, para seguir alimentando la emigración a la Argentina, España, Brasil, sostener entre menos – porcentualmente – un aparato estatal que insume en gastos rígidos cerca del 90% del Presupuesto General del Gastos de la Nación, incrementar el 35% de la población que no tiene acceso regular a servicios básicos de salud y la cantidad de polladas para ayudar a parientes, vecinos y amigos a enfrentar situaciones críticas, superar el porcentaje del 64,2% de personas ocupadas en actividades informales y, probablemente, disminuir el escaso 20% de la población asegurada.
Escuchando las reacciones – incluyendo la del ministro de Economía – recordé el “teatro del absurdo”, en boga entre las décadas de 1940 y 1960, basado en obras en las cuales, sin explicación lógica ni sentido, primaban el disparate y lo ilógico, con personajes que no podían expresarse ni comunicarse entre ellos, caracterizadas “por tramas que parecen carecer de significado, diálogos repetitivos y falta de secuencia dramática que a menudo crean una atmósfera onírica”.
Beckett e Ionesco se hubieran deleitado escuchando los comentarios de personas totalmente ajenas al campo sociodemográfico, económico y geográfico, poner en duda y descalificar los resultados del CNPV2022 y afirmar con contundencia, como lo hizo un comunicador: “Estoy seguro de que somos 8 millones”.
Esperábamos tener más pobres y mayor desigualdad. Increíble pero cierto.
*Correo electrónico: mabelcausarano@gmail.com