Descomposición política: el declive de la democracia en el país

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La República del Paraguay está tambaleando en sus ejes esenciales, como la independencia de sus poderes, un asunto que se ha venido desmoronando con el tiempo, y especialmente en los últimos gobiernos. No se puede entender cómo el pueblo ha permitido y sigue permitiendo que la nación, que fue rescatada por valiosos héroes de nuestra patria para no caer en manos de «amigos» extranjeros, termine en esta situación. Esas cruentas guerras, que quizás tenía como objetivo al exterminio del grupo étnico guaraní-paraguayo o, en su defecto, al apoderamiento de valiosas tierras paraguayas, parecen haber quedado en el olvido.

Es lamentable que la historia, aún reciente, no haya sido internalizada en la conciencia del pueblo. A diferencia de lo que vemos en nuestros vecinos, que ante cualquier atentado contra la Constitución Nacional o cualquier afrenta contra el pueblo, los ciudadanos salen con sangre en los ojos a defender lo que, por derecho, les corresponde.

Aunque no es un fenómeno exclusivo de nuestra región, estas luchas contra supuestos gobernantes, que en teoría deberían buscar el bienestar del pueblo, también se observan a nivel internacional cuando los gobernantes se creen dueños de la verdad y toman decisiones alocadas por los ciudadanos.

En estos días, se ha visibilizado hasta qué punto el Congreso de la nación se inmiscuye en funciones que no le competen, es decir, intervenir en temas que corresponden al poder judicial. Desde mi perspectiva, estos son asuntos estrictamente jurídicos en los que el Congreso, quizás, no tiene mucho que hacer.

Por otro lado, el Congreso está listo y firme para aprobar leyes impopulares que, financieramente, a la larga desangrarían y asfixiarían la economía de la nación. Estos honorables congresistas están tan atornillados a sus bancas que no quieren dejarlas. Al punto que, con un solo periodo de «trabajo», se acogen a una millonaria jubilación, y con algunos periodos más, pueden disfrutar de una suma considerable por el resto de sus días.

Este tema ha sacudido a la sociedad, especialmente cuando el presidente  intentó, como un globo sonda, inferir que se debería eliminar la estabilidad laboral, permitiendo de esa manera flexibilizar el mercado laboral, o mejor dicho, dejar en manos de los empresarios la decisión absoluta sobre la vida laboral de los empleados. Este «globo sonda» se desinfló por las innumerables críticas y reacciones de varios sectores obreros.

La República del Paraguay debe ser rescatada, pero no está claro cómo hacerlo, si los honorables que deberían defender al pueblo no lo hacen, y si los otros poderes están sometidos al carnaval que organiza y dirige el Congreso, por otro lado, el Ejecutivo es solo una pieza de repuesto que, ante cualquier error, puede ser removida con un juicio político, y reemplazada por alguien más complaciente y obediente al sistema actual imperante en nuestro escenario político.

Esta nación necesita paz y tranquilidad para continuar con el proceso de democratización que se inició con el golpe de Estado, el cual trajo cierto alivio a la población. Pero, desde mi punto de vista, esta democracia se ha degradado en los últimos tiempos, pues los valores, la ética, la honestidad y las buenas intenciones ya no imperan en la actual cúpula política que lleva las riendas del poder.

Entiendo que los de mi generación; la generación «boom», ya no veremos la nueva República que todos anhelamos. Hemos pasado por revoluciones, golpes de Estado e intentos de juicio político a un expresidente. ¿Qué nos depara el futuro? Prácticamente nada. Pues si en 33 años esta nación no ha logrado alzar el vuelo con los aires democráticos, ya no tendremos la dicha de vivir en una nación pacífica, educada y que, por sobre todo, cuide la calidad de vida de sus habitantes.

Una evidencia científica, como le gusta decir al «más capaz», de cómo se maneja este Congreso actual, es la condecoración a un congresista israelí, que poco o nada tiene que ver con Paraguay, y de acuerdo con las informaciones, es el primer congresista homosexual en ese país,  y miembro del partido de derecha y conservadora «Likud» de ese país que por décadas está en disputa territorial con Palestina.

Este tipo de condecoraciones está destinado a personas que realmente se han destacado y han contribuido al desarrollo de la nación. ¿Qué ha hecho este personaje para merecer la distinción más alta de la nación paraguaya? ¿Quizás el presidente de la Cámara de Diputados tenga «la neta», como dicen los mexicanos.

Ante este escenario, solo resta seguir señalando y apuntando con el dedo índice a los responsables de los descalabros que a diario se cometen en esta golpeada nación, con el fin de enderezar este tortuoso y sinuoso camino en el que la República está sumida.

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