Presté el título de este comentario de la investigación RUIDO. El régimen de desinformación en las elecciones 2023 de Paraguay, recientemente publicada por La Precisa para su Serie Infocracia, término que remite a la obra homónima de Byung- Chul Han.
Han la describe como sistema de vigilancia impulsado por el capitalismo de la información, a través de la comunicación y las redes. “La tecnología de la información digital hace de la comunicación un medio de vigilancia”. A mayor cantidad de datos generados, más intensa es la comunicación y más eficaz la vigilancia. Ahora, la información circula completamente desconectada de la realidad, en un espacio hiperreal.[1]
El “ruido” en la comunicación abarca todo tipo de interferencia en la trasmisión de mensajes. Si bien la desinformación y sus afines no son nuevos, lo novedoso es su instalación como régimen. Ha aumentado su poderío con las TIC y la rápida difusión en línea. Resultado: en contextos de polarización alimentada digitalmente, la desinformación llega a eclipsar a la verdad y al periodismo de calidad.
RUIDO es un trabajo minucioso, que une el rigor analítico a la fluidez de la narración y a la impecable diagramación. Desglosa en 5 capítulos el fenómeno de la desinformación, su función como arma de disputa electoral, el reto de elegir en tiempos de infodemia –difusión y multiplicación viral de la información-, las narrativas des-informantes contra el Plan Nacional de Transformación Educativa, la trama de la desinformación de género, el discurso de odio en las elecciones y la responsabilidad de las élites en la pérdida de confianza en las elecciones.
La definición de los términos, con la respectiva remisión a las fuentes, facilita la comprensión del contenido a quienes no estamos familiarizados con los neologismos y anglicismos corrientes en el campo de la información y comunicación. Nos confirma que, hasta quienes rechazan el globalismo, son piezas de un tablero en el que juegan en equipo, globalmente, los promotores del Brexit, el trumpismo, el bolsonarismo, el descollante mileinismo y tantos proyectos que contratan expertos espadachines para abrir el paso a la desinformación y debilitar a la tambaleante democracia occidental.
Desinformación y mala información
La desinformación es una información falsa, difundida con el propósito de engañar. Quienes la comparten saben que es falsa y la usan para embaucar a su público. Instala el engaño intencionalmente. Elude el debate público; empuja a adoptar opiniones y creencias extremas que no dejan espacio para el diálogo y el acuerdo sino estimulan la polarización y el miedo que, sistemáticamente azuzado, desemboca en el discurso de odio.
Por su parte, la mala información transmite noticias erradas por desconocimiento y no necesariamente en mala fe, como ocurre cuando compartimos en nuestras redes supuestos hechos sin verificar su veracidad. Es una actitud ingenua e irresponsable que contribuye a la difusión de noticias falsas, suponiendo que son ciertas, como ocurrió masivamente durante la pandemia del COVID 19 con respecto a las vacunas y sus presuntos efectos perniciosos.
Ambas ponen en riesgo las conquistas democráticas en materia de derechos humanos y alimentan los discursos de odio que, en el reciente período electoral, tuvieron como principal blanco a las mujeres políticas, a las defensoras de derechos humanos, a las periodistas y a las activistas, junto con referentes de movimientos en favor de la diversidad cultural, sexual y de género, objetos de reiteradas expresiones de violencia verbal y de odio a las minorías.
La Ecología de la información – gestión de la información en diversas dimensiones, no solamente desde las TIC – está contaminada por campañas organizadas para difundir e instalar falsedades mediante la desinformación, acompañada por la manipulación de medias verdades a través de información errónea y de su intercambio involuntario.
Este proceso dio pie al concepto de Ecología de la desinformación que, como pocos “(…) ha adquirido un carácter más polisémico y omnipresente en los últimos tiempos, en una esfera que excede los estudios de comunicación, que es de desinformación. La desinformación se ha convertido en un compañero de viaje aparentemente inevitable de la comunicación en sí, y con ello ha interferido en todo tipo de procesos políticos, económicos y sociales”, se lee en Ecología de la desinformación y su impacto en el espacio público.[2]
Campaña electoral: categorías atacadas por el discurso de odio
Entre el 15 de marzo y el 14 de mayo de 2023, RUIDO analizó 150 discursos de odio.
La ideología de género lidera la frecuencia: más del 50% fue desinformación de género. Le siguen la defensa de la vida y la familia, la izquierda y el patriotismo, el aborto, la pedofilia, el globalismo, la Agenda 2030, la corrupción, el feminismo, el matrimonio igualitario y otras. Son tres las narrativas predominantes: los enemigos de la vida y la familia, la amenaza externa y el caudillismo político.
A nivel individual, Soledad Núñez fue la más atascada por los discursos de odio, superando ampliamente a quienes le siguen en la lista (Menchi Barriocanal y Kattya González). Entre otros recursos de la desinformación, la excandidata fue afectada por la publicación en las redes sociales y con fines electoralistas de fotos adulteradas, de autoría anónima.
Por los efectos negativos en la calidad del debate público, en la toma de decisiones y en la noción de bien común, la desinformación no se asimila a la libertad de expresión. Menos aún durante las elecciones, porque crea amenazas ficticias e instala el temor para ofrecer a los votantes soluciones igualmente imaginarias.
Esto es particularmente preocupante, según los resultados del informe de Latinobarómetro 2021, citados en RUIDO: con el 56%, Paraguay se ubica entre los diez países con una mayoría que no apoya a la democracia; encabezamos la lista de los que preferirían un gobierno autoritario y, con un 44%, la de los que apoyarían un gobierno militar en reemplazo de uno democrático.
Si esto no nos hace ruido….
Correo electrónico: mabelcausarano@gmail.com