La habilitación del estacionamiento tarifado aumentó las manifestaciones de rechazo, ante la crónica ineficiencia municipal. La medida, aprobada por el intendente Samaniego (2010-2015), se aplicará por los próximos 15 años, a partir de este mes.
Habrá quien se sorprenda ante las reacciones adversas, porque estacionar en el Centro y en lugares concurridos no era gratuito: el conductor debía negociar con un “cuidacoche” o estacionar en un espacio privado y pagar una tarifa. Ilegal, en el primer caso.
La mayoría no rechaza la regulación per se, vigente en cualquier ciudad mediana o grande, si esta responde a un plan de ordenamiento del tránsito y de la movilidad. Las reacciones adversas citan: el cambio ilegal de la titularidad de la empresa, que recibirá el 65% de lo ingresado, el costo mensual elevado, el cobro en horarios nocturnos y días feriados en zonas con ofertas gastronómicas, la desconfianza en el funcionamiento del sistema, el pésimo mantenimiento de la red vial y el decadente transporte público, sin visos de mejorar.
Transformaciones e impactos
Asunción fue objeto de muchas intervenciones físicas, algunas leyes y, en las últimas tres décadas, de varios planes. Aparte del Plan Regulador (con cerca de doscientas modificaciones, desde 1994), en su mayoría, no se aplicaron.
La transición democrática no fue favorable a la capital. En lugar de desplegar sus potencialidades y aprovecharse inteligentemente las ventajas comparativas de su emplazamiento costero, con enormes aperturas paisajísticas, y su situación central en el sistema hidrográfico Paraná – Paraguay, los sucesivos gobiernos municipales compitieron para agravar los problemas socioambientales y reducir la institucionalidad local a un remedo gestión pública democrática y participativa.
El Dr. Francia se lleva la palma en cuanto a las transformaciones físicas, al imponer el damero sobre la trama original, sin la pericia necesaria ni los trabajos de mantenimiento de la nueva red vial, con cuarteles y conventos abandonados, que dieron a Asunción la imagen de “ciudad bombardeada”. Don Carlos A. López mejoró el paisaje, con obras públicas como la Estación del Ferrocarril y el Puerto, las iglesias de la Catedral, de la Santísima Trinidad y el Oratorio de la Virgen de la Asunción y otras, las mansiones familiares, contrastantes por estilo y tamaño con las dominantes del período colonial. El duro golpe de la guerra y los siete años de la ocupación aliada detuvieron el proceso de consolidación del incipiente desarrollo urbano.
La reconstrucción fue lenta. Tras varios intentos, la ley del 7 de junio de 1882 creó las municipalidades. El cargo de intendente municipal de Asunción lo estableció la ley del 8 de mayo de 1891. Para llenarlo, el presidente Juan Gualberto González recurrió a su entorno familiar (¿cuándo no?) y nombró primer intendente capitalino a don Francisco Casabianca.
Al Centro se fueron sumando los actuales 68 barrios, varios de ellos asociados a los inmigrantes europeos de fines del siglo XIX y primera mitad del XX. A los “distritos” Catedral, Recoleta, Encarnación, Lambaré, San Roque y Trinidad – como se los llamaba -, siguieron los barrios Sajonia, Vista Alegre, Ciudad Nueva, Villa Morra y Villa Aurelia.
De la primera mitad del siglo pasado se recuerda las obras de los intendentes Miguel Ángel Alfaro y Bruno Guggiari.
En 1950, los residentes capitalinos eran 206.634, el 15,5% de los 1.328.452 habitantes del país. En junio de 1962, por decreto presidencial, Lambaré se autonomizó, con lo cual la capital perdió el 23,7% de su superficie y los respectivos contribuyentes.
En la segunda mitad de la década de 1970 iniciaron los impactos aportados por la construcción de la represa de Itaipú. Cambiaron drásticamente los modos de vida, de consumo y los estilos de las viviendas, iniciaron la ocupación progresiva de los “bañados”, el vaciamiento de la función residencial del Centro y el proceso de deterioro de su patrimonio edilicio, demolido o transformado sin los criterios técnicos adecuados, y se consolidó la metropolización del primer anillo de municipios.
Ninguno de estos fenómenos fue atendido por un plan de desarrollo urbano ni políticas convergentes hacia dicho objetivo, que respondieran las demandas ciudadanas de transporte, tránsito, alcantarillado pluvial, vialidad, medio ambiente, seguridad, uso adecuado del suelo ni protección del patrimonio cultural y del paisaje urbano.
Una ciudad sin visión de futuro
La visión del futuro urbano resume las expectativas colectivas consensuadas para el largo plazo. En Asunción el hito temporal debería ser el 2037, quinto centenario de su fundación.
La visión es una imagen o foto de cómo tendría que ser la ciudad para, con base en ella, definir cuales medidas, acuerdos y recursos deberán disponerse, considerando las condiciones actuales, las del entorno metropolitano, nacional, regional e internacional y las tendencias para el mediano y largo plazo, a fin de fortalecerlas o corregirlas, según sean favorables o no.
Desde el Plan de Desarrollo Urbano Ambiental (PDUA, 1994), hasta el más reciente AsuViva (2017), pasando por el Plan Estratégico de Desarrollo Sustentable del Área Metropolitana de Asunción (2014) y la Iniciativa Ciudades Emergentes y Sostenibles (ICES, 2015), ninguno generó políticas municipales.
Las iniciativas urbanas, que tienen diferentes promotores, están desconectadas. El cableado subterráneo de Palma, la refuncionalización del Puerto, la recuperación del Parque Caballero, el Mejoramiento del Barrio Chacarita Alta, el Programa de Rehabilitación y Vivienda del Barrio Tacumbú, se deben a la ANDE, el MOPC, el MUVH, entre otros, con una municipalidad que ni siquiera los coordina, porque decidió fungir de espectadora.
Ante una gestión errática, sin rumbo – como la actual y las anteriores[1] – solo puede preverse el progresivo deterioro de la calidad de vida urbana.
Comenzando por el intendente, dudo que un funcionario municipal identifique la política de desarrollo de Asunción, ni pueda justificar las asignaciones presupuestarias, con el peso determinante de los gastos rígidos y el aumento sostenido del plantel de funcionarios y contratados, en la intendencia y en la junta municipal.
Es una situación que se arrastra y que, como el transporte público, tampoco tiene visos de mejorar.
*Correo electrónico: mabelcausarano@gmail.com