Bajo el sol de Dubái, con una amplia sonrisa, envidiable optimismo y sorprendente ligereza, la ministra de Obras Públicas, acompañada por su colega de Economía, declaró: “Por primera vez un gobierno, el gobierno de Santiago Peña, está tomando en serio la problemática que tenemos en el lago Ypacaraí, un lago que es propiedad de todos los paraguayos y ahora por fin vamos a dar pasos certeros para su recuperación”.
La historia, ¿comienza con Peña?
La funcionaria descalificó los intentos realizados desde 1980, porque nadie habría tomado en serio el problema.
Si así fuera, todas las acciones, iniciadas hace cuatro décadas y retomadas por sucesivos gobiernos – desde Stroessner hasta Abdo Benítez, pasando por Wasmosy, González Macchi, Duarte Frutos, Lugo y Cartes –, obedecieron a pura retórica política, porque nunca hubo un compromiso firme para mejorar la calidad del icónico recurso hídrico. En síntesis: todos mintieron.
Me pregunto: ¿cuáles credenciales presenta el actual gobierno para confiar en que tendrá un mejor desempeño? ¿Ha demostrado mayor credibilidad que sus antecesores?
Pero, si los fracasos no son atribuibles a negligencias sino a causas estructurales, cabe otra pregunta: ¿han sido estas rigurosamente evaluadas y el actual gobierno podría superarlas?
Me permito plantear una hipótesis, arriesgada pero plausible en una nación que convive con el Pombero, Karai Octubre y el payé: ¿y si fuéramos víctimas del encantamiento de Sísifo, uno de los siete hijos de Eolo? Rey impío, fue sometido al castigo ejemplar de empujar una piedra cuesta arriba por una montaña; poco antes de llegar a la cima, la piedra caía por su propio peso. El hecho se repetía una y otra vez, ejemplo de lo frustrante de un proceso que no tiene compensación ni consuelo.
Sísifo reconoce lo irracional de su tarea, pero la sigue cumpliendo. Ese es su castigo: vivir en el absurdo. Díganme si no nos identificamos con él, luego de 70 años de hegemonía colorada.
En su obra fundacional de la filosofía del absurdo (1942), Albert Camus se inspiró en este mito como metáfora del esfuerzo inútil e incesante del ser humano.
Llamo como testigos de mi planteamiento al Lago Ypacaraí y al Centro Histórico de Asunción, para demostrar que merece ser debatido y que no solo Don Infortunio se enamoró del Paraguay.
Breve reseña de las subidas y bajadas de la piedra en el Lago Ypacaraí[1]
A inicios de la década de 1980, de la mano del Cuerpo de Paz, el Ing. Óscar Courvisón realizó un estudio de la cuenca. Uno de los resultados fue el nacimiento de la Fundación de la Cuenca del Lago Ypacaraí – FUNDLAY.
En agosto de 1989, la cooperación técnica del Japón (JICA) entregó el Estudio sobre el Plan de Control de la Contaminación del Lago Ypacaraí y su Cuenca, que actualizó los datos sobre las condiciones del lago y los principales arroyos, recomendó acciones de corto, mediano y largo plazo, donó equipos y laboratorios para el monitoreo del proceso.
En 1995 se conformó el Consejo para la Recuperación y Gestión de la Cuenca del Lago Ypacaraí. Se constituyó la Unidad Técnica Operativa (UTO), con representantes de la mayoría de las instituciones que integraban el Consejo. En 1997, la consultora Dames & Moore actualizó los estudios y se formó la Asociación de Municipalidades de la Cuenca del Lago Ypacaraí (CLYMA), con actores políticos locales.
En 2000, la Secretaría Técnica de Planificación solicitó el asesoramiento de la Universidad de Padua y otras instituciones italianas para la elaboración de un nuevo Plan de Recuperación de la Cuenca del Lago Ypacaraí, acompañado de un Plan de Ordenamiento Territorial. Se creó la Unidad de Recuperación del Lago, se reactivó el CLYMA y se creó el Consejo de Gobernaciones.
En 2004, nacieron los Consejos de Agua, entre ellos, el de la Cuenca del Lago Ypacarai. En 2008, el MOPC creó la Unidad de Proyectos Especiales (UPE) y se elaboró un Plan Estratégico de la Cuenca del Lago Ypacaraí, con ocho líneas estratégicas.
Como antes, más que antes …
Diez años después (2014), se lanzó el proyecto Caracterización Hídrica y Monitoreo en la Cuenca del lago Ypacarai, ante la presencia de las autoridades de la Itaipú Binacional, del gobierno central y de las municipalidades afectadas. El entonces director general paraguayo de la IB, aseguró: “Se están cumpliendo las instrucciones precisas del presidente de la República, Horacio Cartes, de acompañar el proceso de recuperación del lago Ypacarai”.[2]
En 2020, la Ley 6489 creó la Comisión Nacional de Gestión y Manejo del Lago Ypacaraí y su Cuenca (CONALAYPA) para promover, coordinar, articular y ejecutar las acciones relacionadas al lago y su cuenca y recomponer la masa de agua con un sistema de control y monitoreo para su conservación sostenible. El mejoramiento de la gestión contemplaba la sensibilización de los pobladores de la zona.
En diciembre de 2022, la directora de Evaluación de Impacto Ambiental del MADES alertó que la cantidad de restos cloacales en el lago Ypacaraí era cuatro veces mayor de lo normal. Por si no quedaba claro el riesgo de inmersión en las otrora azules aguas, graficó: “Es como bañarse en un inodoro”[3].
Explicó que las fuentes que contaminan el lago Ypacaraí provienen en un 70% de las cloacas sanitarias, un 20% son generadas por las actividades agroganaderas, 10% causadas por las industrias y los residuos urbanos, diagnóstico que, con alguna variación en los porcentajes, lo señalaron todos los anteriores.
Sísifo y nosotros sabemos que la situación crítica del lago no es una novedad. Pero no queremos privarnos de la experiencia de subir y bajar indefinidamente la cuesta de su recuperación.
Veremos próximamente que el Centro Histórico de Asunción no le va a la zaga.
*Correo electrónico: mabelcausarano@gmail.com