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miércoles, febrero 5, 2025
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36 años del golpe: corrupción, mentiras y un pueblo aplastado por el olvido

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Hoy, 3 de febrero de 2025, se recuerda un año más del golpe militar que derrocó al dictador Alfredo Stroessner, quien gobernó con mano de hierro durante tres décadas (1954-1989). Los pormenores del golpe de Estado que cambió significativamente el curso del país ya se han socializado y se han publicado una serie de documentos sobre el mismo. Sin embargo, uno de los factores que, según la historia y las investigaciones realizadas, fue solo un golpe de timón en la forma de gobernar este pueblo sumido en el atraso. Como se sabe, el exgeneral Andrés Rodríguez, consuegro de Stroessner, era considerado uno de los militares más poderosos y muy cercano al dictador. Una rencilla vinculada con “negocios” familiares desembocó en el golpe de Estado. Pero lo triste de esta historia es que no fue por iniciativa de un pueblo, aunque la Iglesia Católica, con la visita del Papa Juan Pablo II, incidió de cierta manera para empujar el cambio de rumbo.

El júbilo que se experimentaba en ese 3 de febrero de 1989 era incontenible, pues todos los que estaban asustados, sin voces, en las penumbras y entre un tendal de disidentes políticos, esperaban ese momento. La proclama del general Rodríguez se escuchaba en cada rincón del país, pues las transmisiones radiales estaban controladas y la famosa cadena nacional repetía la contundente proclama que resumía las décadas de robo, corrupción, prebendarismo y otras maniobras que solo los allegados al dictador podían llevar a cabo, especialmente hacia la oposición o al humilde labriego que reclamaba una porción de tierra para su cultivo.

Hoy, 3 de febrero de 2025, han pasado 36 años de ese golpe épico que vivió el país. Poco ha mejorado en las libertades del pueblo, aunque sí debo destacar que el pueblo comenzó a hablar nuevamente, a decir verdades y a denunciar las innumerables injusticias que aún hoy en día se siguen cometiendo. Aparte de la libertad de expresión y la reunión libre, poco se ha avanzado en la educación, la salud, la seguridad, el transporte público y las vías de comunicación como carreteras, caminos vecinales, etc. En fin, la infraestructura del Paraguay no ha mejorado mucho en cuanto a una base sólida y rígida en la cual el paraguayo pueda desarrollarse como individuo y pueda hacer algo por su propio país, parafraseando a J.F. Kennedy.

Desde el gobierno de Rodríguez hasta la actualidad, con el economista Santiago Peña, poco se ha hecho para dignificar al paraguayo, dotando de infraestructura, educación, trabajo y salud. En cambio, estos gobiernos que pasaron solo se han concentrado en descartar a los opositores, robar a manos llenas para sus propios beneficios. Si analizamos los 36 años de vida democrática, no nos llevaríamos una gran sorpresa, sino que nos preguntaríamos qué se podría haber hecho con tanta plata. Habríamos sido la famosa “Suiza Sudamericana” como se alardeaba en épocas anteriores. Sin embargo, en estos días, este gobierno ha estado en el ojo de la tormenta por la reciente visita del presidente Peña a Suiza, lo que coincidió con el cierre de la embajada de ese país en Paraguay, y no se entiende cómo fue a pedir limosna a un país considerado paraíso fiscal que guarda o esconde fortunas de personajes oscuros del planeta.

En este contexto, nuevamente, hoy en día la población se siente ninguneada, desoída y apartada de todo proceso de desarrollo, pues no se ha anunciado ninguna estrategia o plan nacional para parar el robo, el prebendarismo, los paseos de lujo por el mundo, los sueldazos que ganan algunos familiares de políticos de baja estofa, seguro médico de primer mundo y otras dádivas que solo se pueden comparar con las que disfrutaba el dictador en esos 35 años que le tocó gobernar, y de cuya siembra hoy en día muchos «angelitos» están gastando el dinero del pueblo robado en esos años oscuros.

Ante nuevos vientos de una neodictadura o neoestronismo, es necesario estar en vigilancia y alerta para defender esta incipiente democracia. Esta vez, los militares ya no serían los protagonistas, sino un pueblo sufrido, descontento, ninguneado, pobre e ignorante, que saldría a señalar con el dedo a los actuales ladrones de ilusiones de un pueblo resiliente.

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